La llaman la generación Z y dicen ser los centennials. Son los que nacieron en la curva del pasado siglo y este. Su primer juguete es el teléfono de su mamá; Rosita de 2 años, tiene retraso en el habla, pero es experta en prender el celular y se entretiene mirando vídeos de TikTok y ay que le quiten el aparato, arma tremendo berrinche. El celular es una niñera sin cuestionamientos, es portátil, no pone quejas ni tiene sueldo ni prestaciones, infortunadamente no cura el llanto, ni abraza, pero tampoco regaña. Dicen que habrá robots con reacciones programadas para cada cultura, pero qué tristeza que nuestros nietos al recordar su infancia añoren el calor humano de una caricia, un beso o un abrazo.

Antes de la pandemia profesores del siglo pasado aterrados ante el déficit de atención de los alumnos trataron de prohibir los celulares, en vez de utilizarlos como una importante herramienta del aprendizaje, enseñarles a buscar en Google e investigar por sus propios medios. Un profesor universitario decidió dejar la cátedra porque el sr. Google era su peor competencia y no resistía que le cuestionaran las enseñanzas a veces erradas que él trataba de imponerles a sus alumnos en las cátedras magistrales, o magistralmente aburridas.

De pronto el mundo cambió y el progreso lento que llevábamos hacia las nuevas tecnologías se precipitó sin compasión, las clases deberían ser virtuales, a través del celular, herramienta indispensable, más importante que una bicicleta, un carro y a veces hasta un bocado de comida. El enemigo del profesor se convirtió en su cómplice y los dos asumieron la dura labor de la enseñanza virtual. Conozco una profesora de transición que hizo veladas con bailes, canciones y poesías y hasta obras de teatro, naturalmente con la ayuda de padres comprometidos que también encontraron en la virtualidad una forma de entrar al mundo de la tecnología. Me cuenta una profesora de inglés que a sus clases por internet no solo asistía el alumno sino padres, abuelos y hermanos mayores.

Esta generación Z que ahora han llegado a ser adultos, algunos han transitado por la adicción a los videojuegos, a no desprenderse de la pantalla de un computador, una tableta o un celular, a tener a sus padres regañándolos porque no participan en los eventos sociales y si lo hacen son tan informados que parecieran enciclopedias ambulantes. La generación Z no traga entero, no son muy populares con generaciones anteriores, sus prioridades están en la preservación del planeta, la comida orgánica y saludable, las huertas caseras y el consumo controlado, la reutilización y el reciclaje. Al entrar al mercado laboral saben que el mundo es de ellos y que pueden trabajar en cualquier parte del planeta, son ciudadanos globales.

El éxito no es el lejano premio de la Academia de Cine sino cuántos seguidores alcanzas a tener en YouTube o TikTok. Melody-Aitana y Paula Etxebarria son dos gemelas del país vasco de 24 años que cuentan con 16,5 millones de seguidores, esa es la medida de la fama.

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