Entre las cosas extrañas que pasan en Macondo -cada día estamos más cerca de Cien años de soledad-, es el acuerdo que firmaron el presidente Gustavo Petro y José Félix Lafaurie, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedegán) y esposo de María Fernanda Cabal, la enemiga viral del presidente y quizá la más distante ideológicamente del mandatario, de comprarle 3 millones de hectáreas a los ganaderos para cumplir el Acuerdo de Paz.
¿Podría ser una estrategia política? Aunque el país no se ha enterado aún del precio de compra, según los expertos parecen no existir los fondos para hacerlo. ¿Será que les van a pagar con las propiedades de la Sociedad de Activos Especiales SAE donde están los bienes incautados a la mafia y seguramente también algunos de los entregadas por la Farc, una vez se desbarate el nudo gordiano y se sepa en manos de quién están?
Tampoco se ha dicho cómo se van a repartir los tres millones de hectáreas. Se sabe que hay un millón de familias campesinas que tienen menos que lo que utiliza una vaca para pastear y que según Oxfam, Colombia es el país de América Latina con la mayor concentración en la tenencia de la tierra. También los índices de pobreza han ido en aumento en el sector rural. Infortunadamente como propuesta de campaña el presidente Petro prometió tierra a los campesinos. Ingenuamente no se dio cuenta que en Colombia hay una mafia de invasores profesionales y tan pronto ganó el Pacto Histórico, estos procedieron a invadir, inclusive la finca donde hace más de veinte años funciona Paz Animal.
Como ya en Colombia se hizo una fallida reforma agraria, es importante que se estudien los modelos exitosos. La Alcaldía de Cali está haciendo un proyecto piloto con un grupo de familias que tuvieron que salir del Jarillón y que rehusaron recibir apartamentos sin espacio para cerdos, gallinas y peces. Eran familias con vocación agrícola y ahora se está construyendo una eco-aldea que tomaría la forma de condominio con áreas comunes y donde pueden continuar con sus proyectos productivos, y de seguridad alimentaria. Igualmente, también hay otras eco-aldeas que llevan ya 20 años lideradas por mujeres donde las familias han logrado subir de estrato cero a estrato tres, producir sus propias hortalizas, tener gallinas, cerdos y hasta vaquitas y generar en las áreas comunes sus propios negocios y convertirse en destinos turísticos.
Sería agrupar el millón de familias campesinas en 10.000 eco-aldeas de 100 familias cada una y con un área de 10 hectáreas cada eco-aldea, que tendría la forma de conjuntos residenciales para generar comunidades productivas, con energía solar, colegio Montessori, centro de salud, algunas dedicadas al agroturismo como tienen en Israel y sin duda alguna con conectividad. Los Koguis y los Arahuacos en la Sierra Nevada de Santa Marta son comunidades sostenibles, así como los Ingas de Nariño. Y sin ser impertinente, ¿habrá 10.000 ganaderos que apadrinen una eco-aldea como proyecto de vida?