Jumarah es una abogada kuwaiti que está haciendo el curso para ser juez en el colegio de abogados donde se deben matricular para hacer la carrera de la judicatura que incluyendo juicios simulados toma 7 años.
Ella pertenece al grupo de mujeres que ahora estudian y pueden ejercer todas las carreras que originalmente sólo eran para los hombres.
Hamud estudió en Inglaterra y allí conoció a varios colombianos. Los colombianos toman mucho trago, dice, pareciera que no pueden gozar de una noche sin emborracharse ya que nosotros musulmanes no necesitamos el alcohol para ser felices ni mucho menos la droga que aquí es castigado con la pena de muerte. En Kuwait no hay casi accidentes de carro ni de motos dice Hamud y pocas riñas o asesinatos como tampoco violencia intrafamiliar.

Hamud es el dueño de una firma de abogados y no tiene que cumplir un horario y como en estos países de climas extremos la vida empieza a las 3:00 de la tarde, la comida es a las 12:00 de la noche; fue a esa hora cuando salimos para su carpa de fin de semana en el desierto. Un conjunto cerrado de carpas de diferentes grados de comodidad donde los kuwaitis van en el invierno pues en el verano con temperaturas de 50 grados la gente no sale, está encerrada con aire acondicionado y en la noche pasan aviones que generan lluvia artificial.

En Kuwait, con una población de un millón de habitantes y un millón y medio de emigrantes asiáticos que hacen los trabajos domésticos, no se pagan impuestos. La educación hasta la universitaria es gratis, así como la salud. Los ciudadanos de Kuwait recibieron 320.000 dólares cada uno en acciones del Banco Central de Kuwait, como renta básica, así como todo niño o niña que nace. Todo esto gracias a que Kuwait es el séptimo país productor de petróleo en el mundo, una forma realista de financiar el bienestar ciudadano y así lo nieguen lo están teniendo que hacer en Colombia. Como no hay drogas ni alcoholismo tampoco hay habitantes de la calle ni pordioseros. Todo se importa y con ese clima tan inclemente no da ni rabia.

Los campesinos tienen camellos y dicen que la leche de camello cura todo y que, si uno le cae en gracia a un camelista, como allá impera la economía del regalo es capaz de matar un camello para hacer una suculenta cena con diferentes tipos de té o café de cardamomo acompañado de un higo confitado. Lo que aún no ha llegado a Kuwait es la cultura del reciclaje; basura por todos lados dispersada por el aire del desierto y que sin culpa termina en el Golfo Pérsico o Golfo Arábico como ellos lo llaman y a lo mejor en los cerros de plástico que están contaminando los mares y que las pobres ignorantes tortugas los confunden con peces. Tenemos mucho que aprender de los kuwaitis y ellos también de nosotros.

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