Mi Historia

Nací del último huevo de mi madre; fertilizado por un espermatozoide travieso, después de nueve años de abstinencia. Mi madre se enfermó gravemente, cuando yo aún no alcanzaba el año y solo se recuperó diez años después para vivir hasta la elevada edad de 95 años.

Mi infancia estuvo a cargo de mi abuela materna, una tía solterona y un gran número de hermanos y primos. Que hoy en día; con el auge de los tatuajes, pueden mostrar con orgullo las huellas de los mordiscos que “Angelita” les propició; cuando mi abuela, desesperada les pedía que me entraran de la calle.

Nunca aprendí a peinarme, ni la diferencia entre el pie izquierdo y el derecho; mi marido un inglés de estirpe etoniana, atribuye esa falla en la personalidad a una inhabilidad congénita para el pensamiento lógico compensada con creses con una muy buena dosis de intuición. Atributo indispensable para obtener el título de abogada, una maestría en derecho internacional latinoamericano de la Universidad de Londres, lograr un doctorado y hasta escribir varios libros, pero no para salir elegida ni alcaldesa, ni senadora, ni concejala.

Estudié en el liceo Benálcazar, colegio de niñas judías liberales y rebeldes. Nunca supe por qué me fui detrás de una colombo-alemana a un colegio de señoritas en Suiza, cuando apenas estaba en segundo de bachillerato a aprender a cocinar, cocer, tocar el piano, esquiar, asar salchichas a campo abierto y supuestamente a conocer el hombre ideal para casarse. Como estaba muy joven y no me interesaba en ese momento el sexo opuesto, me convertí en la mascota del colegio.

Cuando mi padre y mi cuñado danés; por su origen europeo, persona importante en la familia, se dieron cuenta que me iba a quedar irremediablemente bruta me enviaron a un internado inglés que en mi candidez; lo escogí a la orilla del mar, pensando en un Mar Caribe como el de Cartagena, pero resultó ser el Mar del Norte, lleno de piedras y alquitrán, un frío aterrador y una disciplina férrea, heredada del viejo imperio británico. Allí terminé una especie de bachillerato inglés, para luego irme a París a unirme a las hordas revolucionarias que rondaban por la Europa de ese entonces.

Por puro culillo no me volé con un revolucionario español; después de llevar propaganda dentro de un termo y libros de Lenin y Marx a la España de Franco. Dos años de pensamiento revolucionario, terminaron finalmente incinerados en una hoguera en una casa de campo sueca, donde tuve que jurar que nunca más me matricularía con esas ideas estrafalarias. Sin embargo, la semilla estaba sembrada y en alguna forma, la sensibilidad social y la empatía con los movimientos reivindicatorios de los derechos de los menos privilegiados, marcarían mi forma de actuar y de pensar.

A buscar marido se dijo, porque en Colombia las gordas no se casan y así fue como terminé en Cambridge, donde había siete hombres por cada mujer. No me casé virgen y volví a Colombia con un inglés de “raca mandaca” para celebrar un matrimonio de vestido blanco, después de una tormentosa luna de miel en un trasatlántico danés que en ese tiempo se encargaba de transportar café.

Estudié a la par con mis dos hijos y gracias al apoyo incondicional de mi marido, pude sacar el título de abogada en la Universidad de San Buenaventura en 1980.

En 1990 fui elegida Presidenta Mundial de la Federación Internacional de Abogadas FIDA y como tal; viajé por el mundo tratando de lograr la participación de las mujeres en los gobiernos de sus países y la inclusión del sistema de cuotas en sus constituciones. En un acto quijotesco fundamos Mujeres por la Democracia, un grupo político, solo de mujeres que buscaba colarse en el Congreso elegido, después de la Constituyente. Para Colombia; logramos lo imposible, el artículo 40 de la Constitución, reglamentado finalmente por la ley 158 del 2000: la participación obligatoria del 30% de las mujeres en los niveles de decisión y en todas las ternas para escogencia de los altos mandos del poder ejecutivo y el judicial.

En 1995 me monté en el “tren de la paz” con 228 mujeres y ocho hombres, y como al estilo del Arca de Noé, nos fuimos durante tres semanas desde Helsinki hasta Beijing, recogiendo en el camino a muchas mujeres de las mas variadas filosofías, para llegar finalmente al Congreso Mundial de la Mujer; acompañada de otra horda, esta vez de mujeres que al igual que en los años 70, buscaban un mundo mas justo para ellas y sus hijos. De esa experiencia resultó otra locura: “Mirando al mundo con ojos de Mujer” Una serie de seminarios en diferentes regiones del mundo desde el Africa, hasta el Japón, Latino América y naturalmente Europa, para lograr un documento que plasmara, lo que las mujeres querían; y no era, lo que los gobiernos habían pensado que era lo mejor para ellas, “Declaración y Plataforma de Acción de Beijing” con resultados ambivalentes.

Como “defensora profesional de causas perdidas” he participado en varias elecciones; inclusive me monté en un globo, con el mas famoso guerrillero re insertado del M-19 el “Comandante Uno” y con él, recorrimos barrios y veredas. De este ejercicio y ante mi decisión irrevocable de no aceptar las propuestas corruptas de algunos políticos, tomé la decisión de hacer país desde la sociedad civil y buscar una solución a la pobreza absoluta. Ayudando a las mujeres a generar sus ingresos a través de la elaboración y comercialización del papel reciclado y productos derivados, hechos por ellas desde sus casas con sus hijos. También a Reciclar residuos sólidos y orgánicos, bajo la premisa que la basura vale plata. Fue entonces cuando para solucionar la precaria situación de hacinamiento que sufrían las mujeres, tuve la idea de la Eco-Aldea Nashira como un ejemplo de la Economía Matriarcal del Regalo con 80 casas gratis, donde las mujeres y sus familias han generado un proyecto de vida en una ciudadela ecológica, productiva y auto sostenible.

En el 2002 fui escogida con 20 mujeres más, para asistir a un seminario en Løten, Noruega donde se congregaron mujeres que en alguna forma habíamos cambiado el mundo, para intercambiar ideas en un “lugar idílico” del sol de media noche. Allí conocí el movimiento mundial de la Economía Matriarcal del Regalo en el cual he participado con el ejemplo de la Eco-Aldea Nashira en conferencias, publicado artículos y con la llegada de la Pandemia, participado en salones virtuales.

Finalmente, con un grupo de “Penelopes Rebeldes” nos montamos en el Barco japonés de la Paz (Peace Boat), donde reunimos mujeres de los diferentes matices del Conflicto armado interno de Colombia, para tratar de buscar puntos de acercamiento y soluciones negociadas al conflicto. Este grupo lideró las Cortes Internacionales de la Mujer Colombiana contra el olvido y la re- existencia “para que a través de los testimonios de las mujeres, de las trovas, los relatos, las danzas y la poesía popular, las mujeres de este país, alucinado que hemos tenido como segunda piel; la resistencia, tuviéramos la posibilidad de la re-existencia”.

Desde la Sociedad civil, he tratado de “cambiar el mundo” con programas de televisión como La Lupa (Magazine) y El Ágora (Programa de Opinión). También escribo en una columna de opinión en el periódico El País(Colombia). Con la aparición de la pandemia, tuvimos que reinventarnos para abrir el mundo a los televidentes; entrevistando personas de todo el planeta a trvés de la plataforma Zoom.

Si a alguién le parece que este cuento es confuso, con mucho gusto las y los invito a que transiten por los caminos del laberinto de la personalidad y así no seré yo sola, la que me pierda dentro de mi propio yo.